Marisa Ladiñán: Psicóloga

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Jack, el muñeco de nieve

(Cuento de Navidad)*

 

Era Navidad para algunos. Un gran manto de nieve cubría los parques y las calles. Las personas se asomaban a mirar por las ventanas para ver el gran milagro blanco. La ciudad estaba en completo silencio. Era impresionante.

Los niños fueron los primeros que se atrevieron a salir de sus casas. Y lo hicieron regocijados, corriendo, saltando y jugando con la nieve. Sus voces rompían el silencio, con gritos alegres, mientras jugaban a lanzarse bolas, luchando por evitar la quemazón en sus manos.

Tras el fragor de la batalla, uno de los niños sugirió construir un muñeco de nieve. Todos estuvieron de acuerdo. Y empezaron a traer de sus casas toda suerte de objetos para dar forma al hombre de hielo. Y los niños fueron generando el tronco y la cabeza del muñeco. Y después le acoplaron unos botones como ojos, una nariz de zanahoria, una bufanda, un sombrero, una pipa y una escoba entre sus toscos brazos.

 

Y en cada ida y venida de los niños a sus casas, Jack iba empezando a sentir emociones muy agradables. Y esperaba, entusiasmado, la llegada de un nuevo regalo, ya que cada vez que eso sucedía, aumentaban sus sensaciones. Ya podía ver, oler, oir, sentir en su cuerpo… .Jack estaba pletórico, lleno de adminículos y rodeado de alegres voces que no cesaban de celebrar la creación de un magnífico muñeco de nieve. Se sentía feliz.

Y los niños siguieron visitando a Jack durante todas las Navidades, aunque hacía muchísimo frío. Y reconstruían el muñeco cuando consideraban que alguna de sus partes se había deteriorado. Y le hablaban, y le hacían comentarios sobre sus asuntos. Y Jack se sonreía por dentro por lo muy querido que se sentía.

El barrio entero pasó a saludarle, asombrados por la creación. Y Jack no daba crédito. Su vida estaba llena de música y alegría.

Y un día los niños no vinieron. Y el muñeco de nieve esperó impertérrito su maravillosa visita. Y al día siguiente tampoco fue visitado. Y entonces Jack empezó a entristecerse y a preguntarse por los motivos de esta ausencia y qué podría haber hecho él para evitarlo. ¿Podría haber andado e ir en su busca? ¿Podría haber conseguido la forma de un humano y reunirse con ellos como uno más? ¿Podría haber hablado y ser escuchado? ¿Podría haber hecho algo más que lo acercara a ellos?

Y al día siguiente salió el sol, y Jack empezó a derretirse. No entendía nada. ¿Dónde estaban los niños y por qué no iban a jugar con él? ¿Qué hacía él en ese parque ahora inhóspito? ¿Qué pasaba con su cuerpo, que iba perdiendo espesor a cada minuto que pasaba

Las horas se sucedian de manera implacable y de Jack apenas quedaba una fina silueta brillante. Su sufrimiento era indescriptible. Se sentía solo, abandonado, asolado, abatido e injustamente tratado.

Cuando solo quedaba el sombrero, la zanahoria, la bufanda, la escoba y los botones, esparcidos sobre el suelo del parque, Jack empezó a sentir una nueva sensación.

Iba corriendo. No sabía hacia dónde. Estaba aturdido, después de tanto dolor. Y aunque se sentía muy, muy solo, no podía evitar tener curiosidad por el nuevo devenir que estaba empezando a acontecerle.

Y siguió corriendo y corriendo, y se convirtió en un pequeño hilillo de agua. Y siguió deslizándose suavemente por las piedras y los linderos. Y mientras avanzaba, iba recuperando su alegría. Y saltaba glorioso los obstáculos que encontraba a su paso. Y poco a poco, se olvidó de que había sido un muñeco de nieve.

E instantes después, se vió abocado al mar. ¡Qué extraña experiencia¡. Y Jack se convirtió en una de las gotas del enorme océano. Y comenzó a surcar los mares. Y a disfrutar del viaje, tan querido, tan sentido, tan anhelado.

 

*Ganadora del I Concurso de Metáforas de Hipnológica 2010.

 

Había un Ángel

 

Había un ángel muy, muy lindo

Que albergaba dudas

Sobre lo que tenía que hacer

Y mientras dudaba

Se encontró a otro ángel

Y éste le dijo

Hoy hace un precioso día

Ayer también estuvo bien

Y mañana resulta muy interesante

El ángel dubitativo

Se detuvo un instante

Para escuchar la música de su hermano del alma

Y era hermosa, muy hermosa

¿Cómo es que yo no canto así?

Porque tu canto es aún más bello que el mío

¿Y cómo es que ahora no lo oigo?

Porque estabas cantando bajito

¿Y qué puedo hacer para cantar más alto?

Seguir, seguir, seguir adelante

Y pronto, muy pronto, podrás oír tu música angelical

Y otros también la oirán

Y será una fiesta

A la que has sido invitado

Es la fiesta de los ángeles

Es una fiesta en la tierra

Es una fiesta del alma

Para ti y para todos

 

 

Marisa Ladiñán (2010) Metáforas (I). Hipnológica, 3:25-26