Vivian Ravelo Pérez: Master en Psicoterapia Ericksoniana. Profesora Auxiliar y Consultante de Psiquiatría. U.C.M. de La Habana. Cuba. Especialista de Psiquiatría Infanto Juvenil.

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El presente trabajo tiene la finalidad de abordar estos temas desde la perspectiva de un caso clínico que fue hospitalizado por la guardia de Psiquiatría Infantil, en la sala de agudos de esta especialidad, en el Hospital Pediátrico Docente del Cerro.
Se trata de una adolescente de 14 años de edad, de la raza negra, que cursaba noveno grado en la enseñanza general, con bajo rendimiento académico, y que acude acompañada por la madre, pues amaneció sin poder caminar. Refiere antecedentes de salud, y que la familia está en una situación difícil, pues la abuela materna se encuentra hospitalizada y presentó -de inicio- lo mismo que la menor, o sea, dejó de caminar. La abuela tiene un tumor cerebral.
Por otra parte, esta muchacha estuvo presente en un trabajo de santería que le hicieron a la abuela (un cambio de vida), y –según la familia- puede ser que ella haya recogido el daño; esto acaeció un día antes de la hospitalización.
No hay evidencias de alteraciones orgánicas que expliquen el problema, por lo que es enviada a Psiquiatría.
Durante la entrevista observamos a una adolescente que no parece muy preocupada por el trastorno, con manifestaciones ligeras de ansiedad, y que no puede deambular.
En el examen físico se detecta una discreta disminución de la fuerza muscular en miembros inferiores, así como reflejos tendinosos disminuidos. Se planteó la necesidad de descartar un Guillain-Barré, (independiente del trastorno emocional) y se requirió la valoración por Neuropediatría y su traslado a ese servicio. Después de 48 horas es devuelta a la sala de Psiquiatría, pues no se encontraron alteraciones en los estudios realizados.
Es de destacar que esta menor procede de un medio con fuertes convicciones religiosas (me refiero a la santería, creencia de tipo sincrético, que tiene su origen en un plano mítico incorporado a la idiosincrasia nacional por vía de los esclavos africanos, practicada en su familia, y que forma parte inalienable de nuestra cultura). Tal antecedente reforzó su convicción sobre el daño recibido.  Así pues, a pesar de la orientación médica, esta menor se fugó del hospital para ser atendida por el babalao, oficiante de alta jerarquía en los ritos de la santería. Dos días después regresa, pero para ir a cuidados intensivos, donde estuvo muy grave, pues el diagnóstico inicial -en cuanto a que sufría de la patología mencionada- se confirmó.
Luego, fue trasladada a un centro de rehabilitación en el que permaneció 2 años. Ella, actualmente, es una adulta joven, madre de familia, que tiene secuelas en la marcha, con un desempeño general dentro de límites normales.
Este es uno de esos casos complejos con los que los médicos tenemos que lidiar, donde lo psicológico, lo biológico y lo social están sólidamente imbricados, con límites difíciles de demarcar; por tanto, estimo que constituye verdadero símbolo de esas complejas relaciones apuntadas.
El nivel de los sueños en esta adolescente, seguramente por su bajo nivel intelectual y la problemática emocional en la que estaba inmersa, era concreto, vinculado a los acontecimientos en curso y ausentes de una elaboración en términos simbólicos de mayor complejidad.
Se debe analizar que ella proviene de un contexto donde lo mítico y lo simbólico funcionan muy bien, pues están íntimamente relacionados. El manejo médico debe –absolutamente- considerar esa fuerte barrera de creencias sobre la existencia de un daño que el médico no puede resolver; tal obstáculo aparece respaldado por su familia y una sociedad que ha hecho de esos mitos parte de su manera de ser, sentir y factor integral de sus mecanismos psicológicos. Así, lo mítico determinó que se la llevaran del hospital y también que la regresaran,  pues el babalao había dictaminado que su caso era competencia del médico.
Debo explicar que Cuba es un país de fuerte substrato sincrético, lo que se observa muy claramente en cómo los orishas o deidades africanas están presentes en la sociedad, vinculados a santos de la iglesia católica con los cuales forman unidad inseparable; hablamos entonces de un sistema de creencias muy extendidas y también muy asimiladas. Es lo que se conoce en términos técnicos por sincretismo religioso. Se trata de una muy profunda religiosidad que, aunque tal vez no se confiese, resulta parte orgánica de la idiosincrasia nacional. Expresión popular de tales sentimientos son refranes del tipo que reza: “se acuerdan de santa Bárbara cuando truena”. Por su parte, la combinación de elementos llegados de Europa y de Africa se comunica tanto a través del comportamiento como por medio de la música,  el baile, la literatura, las artes  visuales y todas nuestras manifestaciones sociales.
Buen ejemplo es Wifredo (sic) Lam (1902-1982), uno de nuestros pintores más reconocidos internacionalmente, amigo de Picasso y que tenían incluso el mismo marchand (Pierre Loeb). Él, destacado miembro del movimiento surrealista europeo, plasmó de forma muy clara su fuerte influencia de esta  cultura sincrética; así, justamente es valorado por la incorporación de los mitos y símbolos africanos a su expresión plástica, donde se aprecia una brillante mezcla de la estética y la filosofía de origen africana con los recursos propios de las vanguardias artísticas del siglo XX (entiéndase, en su caso, cubismo y surrealismo). No digamos que en todas sus obras, pero sí en muchas, aparece Eleggua, deidad que –en la santería- corresponde al día lunes, inicia la semana y, por tanto, se considera que abre los caminos. En su cuadro Huracán, de 1945, portada del catálogo del Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba, esta deidad está presente, como acostumbra Lam; es una especie de tributo de carácter religioso para que todo vaya bien y se le abran los caminos del éxito. Resulta,  sin dudas, claro ejemplo, al más alto nivel y con un alto grado de sofisticación, de cómo lo mítico permea toda la cultura cubana y -ende- la idiosincrasia de los habitantes de nuestro país. Lo expresado, vale por supuesto para aquella sencilla persona de nuestro pueblo citada al inicio, donde lo mítico aparece como parte de una realidad que nos caracteriza y que se evidencia en todas las formas de nuestra vida. Para concluir, debo expresar mi criterio de que tratar un caso sin tener en cuenta la intrincada madeja de cuestiones filosóficas implicadas es imposible. Cualquier terapia tiene entonces que partir del conocimiento y análisis de todos y cada uno de los aspectos enunciados; precisamente los que dan origen y titulan este artículo.

 

 

Vivian Ravelo Pérez (2015) Psiquiatría, Religión, Sugestión y Cultura. Hipnológica, 8:30-31