Jorge Cuadros: Doctor en Ciencias Biológicas

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Fassman“Fassman” fue el nombre artístico con el que se conoció a José Mir Rocafort, uno de los hipnotizadores de espectáculo más conocidos en España e Hispanoamérica en el siglo XX.

A José Mir Rocafort se le puede analizar desde tres puntos de vista, en función de las tres actividades que desempeñó durante su vida: ilusionista, parapsicólogo e hipnotizador. Estas actividades las desarrolló tanto en el espectáculo, como en la docencia y la psicoterapia.

 

Cartel FassmanLa clave de Fassman, el ilusionista, como la de todos los artistas, era la capacidad de entretener.

“Entretener”, no desde el punto de vista de “pasar el rato”, sino desde la capacidad de estimular la mente y la plasticidad neuronal de quien disfruta del arte y que hace que su cerebro cambie, para hacerse mejor. Difícilmente se puede discutir que Fassman haya conseguido estimular así a sus espectadores. Muchos de sus “trucos”, de hecho, se siguen utilizando en la actualidad. Sin embargo, Fassman, tal vez demasiado famoso ya, fue acusado de farsante por algunos colegas de profesión, aunque resulte poco menos que absurdo acusar a un ilusionista por realizar “ilusiones”, y con una maestría impecable, además. Es como decir del payaso que su nariz realmente no es roja.

Abordar a Fassman, el parapsicólogo, puede generar mayor discusión. ¿Era Fassman un telépata? ¿O un farsante? ¿Existen o no la telepatía y los poderes parapsicológicos de la mente humana? La parapsicología estudia ciertos fenómenos “inexplicados”, o cuya explicación científica se basa en coincidencias poco probables. Fassman decía que el fenómeno telepático aparecía espontáneamente y que no lo podía reproducir a voluntad. Es posible argumentar que las dificultades para repetir y replicar el fenómeno telepático justifican que no se hallen pruebas de su realidad, con el rigor que exige la observación científica; aunque bastaría un experimento controlado para que el fenómeno que “no existe” se convirtiera en un hecho comprobado. Para la ciencia, a falta de tal prueba, la telepatía simplemente no existe. En cualquier caso, si atendemos a las palabras de María Mir, hija de José Mir y autora de su biografía (1), Fassman “creía” realmente tener más desarrolladas esas capacidades de la mente humana, con lo que tampoco debería ser considerado un farsante en este aspecto.

Respecto de Fassman, el hipnotizador, hay que llamar la atención sobre el desconocimiento que existía entonces, y que existe aún en la actualidad, sobre el fenómeno de la hipnosis. Esto ocurre tanto en la sociedad en general como entre los profesionales de la salud, médicos y psicólogos, que son quienes deberían aprovechar esta potente herramienta en beneficio de sus pacientes. Sólo desde el desconocimiento se puede dudar que Fassman hipnotizara de verdad. Siendo un fenómeno real y cotidiano, Fassman llevó al máximo sus conocimientos sobre la hipnosis, no sólo para “entretener”, que, como ya dijimos, tiene una importancia tremenda (“numinosa”) tanto para los sujetos hipnotizados como para el público espectador, sino que aprovechó las posibilidades terapéuticas de la hipnosis para el tratamiento y la curación de sus pacientes, en su etapa de psicoterapeuta. Hay que llamar la atención sobre un punto concreto. Es bastante común, cuando se habla de hipnosis, que se afirme que la voluntad del hipnotizador domina la voluntad del hipnotizado. Nada más lejos de la verdad. Aunque esta afirmación también aparece en la biografía de Fassman, en otros pasajes se corrige el error. En la hipnosis, el sujeto, voluntariamente, decide dar permiso al hipnotizador o hipnoterapeuta para que acceda a su mente subconsciente. Sin embargo, es el paciente el que tiene el control sobre el fenómeno, y puede decidir salir del trance en el momento que lo desee. Esto puede sorprender, dado lo espectacular de algunos trances, pero el hecho es que no se puede hipnotizar a alguien que se niegue a colaborar; ni se puede, una vez hipnotizado, conseguir que un sujeto actúe en contra de su voluntad. El hipnotizador experto es capaz de detectar, entre el público, a aquellos sujetos que estarían dispuestos a colaborar y que, además, posean una hipnotizabilidad elevada.

La hipnotizabilidad es una característica de la persona, y hay evidencias científicas que apuntan a un componente genético, aunque el entrenamiento puede mejorar la habilidad para entrar en trance.

A principios de los años 60’, Fassman obtuvo el título de Psicólogo en una universidad de Miami, y, abandonando el espectáculo, dedicó los últimos 30 años de su vida a la docencia y a la atención de pacientes. Durante este periodo, dictó numerosos cursos en España y en Hispanoamérica. Es llamativo que en países como Colombia y Venezuela sus cursos tuvieran una asistencia multitudinaria, mientras que en Catalunya decidiera dar clases a grupos pequeños, para evitar llamar la atención de sus detractores.

Entonces, ¿qué podemos decir de los aspectos científicos del trabajo de Fassman? Él no hizo alarde de ciencia, a parte de los reclamos publicitarios que tanto molestaron a sus contemporáneos, pero ¿qué es la ciencia? El niño Pep de Mariot, el nombre con el que se conocía a Fassman desde su infancia en el pueblo de Sort, con 10 años, leyó, observó, aprendió a hipnotizar a sus paisanos, y demostró empíricamente que la hipnosis funcionaba. Ya adulto, al igual que Dave Elman en Estados Unidos, utilizó sus conocimientos para instruir a médicos, psicólogos y a todo el que lo demandara. Al menos esos médicos y psicólogos aplicarían los conocimientos científicos de Fassman, con objetivos terapéuticos.

Son varias las claves que muestran la ciencia que hay detrás del trabajo de Fassman. Por ejemplo, en relación con la telepatía o la posibilidad de “leer” el pensamiento de otro, investigaciones científicas realizadas en la década de los 90’ demostraron la existencia de un sistema neuronal denominado “neuronas espejo”. Cuando una persona realiza una actividad y otra persona la observa, en el observador se activan circuitos neuronales similares a los de la persona observada, aunque el observador no esté realizando la actividad. Esto podría no ser sorprendente; sin embargo, sí lo es que este sistema de neuronas espejo del observador se activen antes de que el sujeto observado empiece a realizar la actividad. ¡El cerebro del observador anticipa la acción del sujeto observado! ¿Un fundamento para la telepatía?

Por otro lado, Fassman desarrolló argumentos que, en la actualidad, son básicos para la neurociencia moderna. Aún hoy, los profesionales de la salud continúan arrastrando el lastre del dilema cartesiano; el médico se ocupa de tratar el cuerpo del paciente, mientras que el psicólogo se ocupa de tratar su mente. En cambio, Fassman partía en sus terapias de que el ser humano está constituido por cuerpo y mente, unidos en un todo indivisible. Ese tratamiento integral permitía la manifestación del poder de la mente sobre el cuerpo.

Al igual que en la hipnosis Ericksoniana, Fassman consideraba que la terapia empezaba desde el mismo instante en que el paciente se sentaba frente a él, y pretendía enseñar a sus alumnos a utilizar todos los recursos de la mente para llevar las riendas de su propia vida.

Entre algunas de sus intervenciones “sorprendentes” está la desaparición de verrugas mediante hipnosis. Sorprendente para quien desconozca los trabajos publicados sobre el tema en revistas científicas de reconocido prestigio (2).

También hay que llamar la atención sobre la capacidad de autohipnosis de Fassman, manifestada en el estado de trance real, aparte de la teatralidad, en el que entraba mientras estaba trabajando en sus espectáculos. Capítulo aparte merecería su utilización del juego de cartas para promover su propio proceso creativo para la resolución de problemas; este proceso creativo es también la base de técnicas modernas de hipnoterapia.

Y, finalmente, la reducción mediante la autohipnosis de la tensión (estrés), “mala, destructiva, cuando escapa al control de la consciencia”, para alcanzar el fin último, conseguir una vida satisfactoria. Fassman utilizó sus cursos y recursos para promover que sus alumnos aprendieran a ser mejores personas. Sin duda, debe haberlo conseguido.

 

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Fassman

José Mir Rocafort, Fassman, no pretendió ni necesitó demostrar nada. Es el tiempo el que ha demostrado que no se equivocaba.

 

Referencias

  • María Mir (2009) Fassman, la biografía. El poder de la voluntad. Sort, TRIAGO Ediciones.
  • Chema Nieto (2009) Estudio de caso único; Hipnosis en el tratamiento de verrugas digitales. Hipnológica. 1, 29-32

 

Jorge Cuadros (2009) Fassman, ¿farsante o científico? Hipnológica 2, 4-5 (www.hipnologica.org)